EL BEATO

Un hombre considerado Beato en la misma ciudad donde había vivido, le tocaba dejar este Mundo, disponiéndose a partir más que feliz, con la certeza de encontrarse con Nuestro Señor.

Imaginaba que algunos ilustres cófrades le estaban esperando .Se fue con ellos convencido de formar grupo en torno al mismo Jesús de Nazareth, pero ello no ocurrió.

Encontró a sus padres y hermanos, que lo abrazaron en silencio. Algunos de sus colegas de profesión también lo abrazaron por una cuestión de deber, no de aprecio. Más luego fueron llegando uno tras otro sus vecinos más humildes, aquellos a los que sus padres ayudaban . Recordó uno de aquellos chiquillos que venía a su casa a pedir que le ayudara a comprender lecciones de diversas materias. Y él siempre tenía una frase: ”Cuánto lo siento! Ahora no puedo porque mañana tengo un examen bastante difícil y si no apruebo quizá pierda la beca que me han otorgado!”

Cuando vio pasar a alguna de las muchachitas que le habían atraído en su juventud, ellas apenas le saludaron a la distancia. Ninguna corrió a su lado. Para peor, aparecieron unos albañiles a los que dirigió en algunas obras de sus primeros años de Maestro Mayor. Uno que seguía conservando su boina pareció enviarle un escupitajo. Y el colocador de puertas y ventanas con el que había discutido a rabiar, le agitó una garlopa en señal de arrojársela a su cabeza.

Ahí fue donde apareció la mujer que estaba a punto de parir y le pidió a los gritos que la llevara al Hospital, pero sin darse por enterado salió disparando con su auto, por temor a que la mujer le arruinara los tapizados del coche. La mujer y el bebé habían muerto, pero él jamás se había dado por enterado. A los empujones aparecieron una turba de jóvenes proclamando sus derechos que lo querían incluir en su multitud. Ellos sí le hablaron: “Ven con nosotros, porque tú eres uno de los nuestros!!”.

Y a lo lejos se oyó un clamor que no llegó a comprender. Lo rodearon unos cazadores que solían ir de safari al África. Se conocían en secreto. Oh,si : el ahorraba cuanto podía para acompañarles e internarse en las zonas donde los animales iban a beber. Allí se aprontaban metamorfoseados con las hojas de los árboles y les disparaban con esas fatales punterías que hacían caer gacelas, orix, gran kudú , cebras ¡ Muertos todos. Eso sí no mataban monos ni elefantes porque sabían que traían la peor de las suertes.

Su espíritu fue arrastrado por algunos animales pequeños y luego por una manada de guepardos. Y en un pase magistral la guepardo alfa lo arrojó desde el borde de un precipicio y una familia de hienas lo recibió con feroces carcajadas .

Ahí despertó bañado en sudores y perdido, sabiendo que cuanto había visto era lo que le esperaba.

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