EL RELATO DEL MUCHACHITO


 

EL muchachito  estaba   silencioso. El Abuelo  observó que  miraba  con  mucha atención   hacia la ventana.  Si  miraba  o  estaba   en sus  momentos de  ausencia total, no era  posible  advertirlo.

¿Quieres  decirme  algo? Le  preguntó  el Abuelo. No, respondió. Pero  poco a poco  inició  su  relato:

“ El perro  que se mueve en  esta  casa , es  diferente. El  otro  perro -  el  de la  silla de la  señora - ese, jamás  se  mueve. Aprendió a sostener  esa  cosa – papel – me han dicho.

Cuando  me sientan  en el auto, veo  tantos  de ellos, que nunca alcanzo con la cuenta.

Acá  en vez  de  monos  hay  perros.

Cuando camino  alguno se acerca   y  me sigue mientras me huele. Luego  se va.

Cuesta  conocer  gente y  perros. “Canes “ deberías  decir, me dijo la  nueva  Maestra.

“Canes  se huelen  los  traseros. “ dije  un día en  voz alta  y  los  niños de la clase  se echaron  a  reír. Fueron  sin  respeto. Entre la gente  de la  aldea,  solo las mujeres  ríen.

Mi madre explicó: “Se  ríen de sus  picardías”.

¿Y  qué viene a  ser  eso? Mosquito  picando  persona? Ahí  mi  madre  también se rió. Entonces  le dije:” Soy  varón. No puedo acompañar su risa “.

¿Vivías  en  la  Selva?  Le preguntó el Abuelo.

No. Viví  donde  los  árboles  viven  muy  juntos. Y  sus crecidas  colas  se arrastran  a su antojo. Son buenos. Animales  saltan  por allí y  rompen  brazos  a los  árboles. Animales muy  chillones. Bajan  al  suelo cuando van  con  hambre. O  con ganas  de  robar  cuencos  para  beber  agua. Miran  gente  para  ver  que linda  cosa  robar. Un día de  fiesta  robaron llave  del  motor  que sube  agua – el  único que  hay – y la gente  se  quedó pensando  para qué  mono maldito quiere  la llave? Simios  siempre tienen  su  escondrijo  de  agua. Así  que aquél día en vez de fiesta  toda la gente  fuimos  en busca  de  los  escondrijos del  agua  de ellos y los monos  perdieron  su gran  tesoro.

 Eso  fue un paseo. Regresamos  con bananos, y  unas frutas  tan dulces  y olorosas  que la gente de  tanto comer quedó  tirada  por  los caminos, riendo a carcajadas. Hombres y  mujeres.

Foto; Selva del Congo /Mundo Deportivo/ La  selva tropical más grande del mundo.


Comentarios

l'imposteur ha dicho que…
¿Monos? ¿Perros? ¿Cuentos? No, humanos: muchachito, abuelo, maestra, madre. Risa y selva; árboles con colas que penden muy juntas unas con otras; ellos también, los árboles, se juntan y hacen selva que acoge manadas de espíritus chillones, de monos o de simios, ladrones de llaves, que bajan de los árboles porque tienen hambre, y que un día darán en humanos, ensimismados mirando lo que acaso fueron, lo que acaso son, quizás lo que acaso serán.

Narración magmática, con múltiples insumos disueltos que conforman un bullente río narrativo. Beatriz ejerciendo de médium: ventana abierta al mundo de las ideas que fluyen perpetuamente desde el estímulo que las reclama.

¡Chapeau!

Albada Dos ha dicho que…
Un chico de la selva. No sé cómo, pero vivir en la naturaleza agudiza el oído para escuchar quejas y naderías de perros. Con los monos aulladores igual se agobiaba. Lindo cuento

Un abrazo
Beatriz Basenji ha dicho que…
MUCHAS GRACIAS POR VUESTROS COMENTARIOS ALBADA DOS Y L'IMPOSTEUR!!
Los hombres no reían. Pero, cuando se hartaron de comer frutas demasiado dulces, al caer en la embriaguez, ahí todos reían.
Abrazo inmenso para ti ALBADA DOS y L'IMPOSTEUR!!

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