S P I N O Z A
 A mitad de camino entre La Haya y Leyden.
Donde  transcurrían  sus  horas arduas  o   leves  como  el  sopor  de  sus  ligeros  sueños , que  también  los  tenía .  El lugar escogido por Spinoza para fabricar los trabajos que yo le encargaba.
Y debo dejar muy en claro que él era un hombre de exactitudes.
A mitad de camino entre La Haya y Leyden.
Donde  transcurrían  sus  horas arduas  o   leves  como  el  sopor  de  sus  ligeros  sueños , que  también  los  tenía .  El lugar escogido por Spinoza para fabricar los trabajos que yo le encargaba.
Y debo dejar muy en claro que él era un hombre de exactitudes. El tema surgió a causa de haber nombrado la palabra Suecia.
Spinoza  dejaba surgir las frases .Hablaba  tanto  para comunicar con su oyente  como  para enseñarse a  si  mismo .Era  de  contínuo  el  Maestro y  el  Discípulo
. 
 
“El de Suecia es un pasaje hacia la Muerte. Debí impedírselo. La hora de zarpada se había detenido por órdenes del capitán. Bogaban unos remeros llevando pasajeros retrasados a bordo de la nave y el oleaje pleno de mansedumbres unas horas antes, ahora amenazaba y salpicaba toda la cubierta con furia.
 Descartes, bellamente lúcido, indiferente a las circunstancias, me daba algunas explicaciones de sus teorías. Realmente parecía que sobre la cubierta de aquel barco solo estábamos él y yo. Sobre la faz de la Tierra solo existía “El Método”.
 Ese Método que disipaba todas las dudas. Las presentes y las futuras. Descartes estaba en todo su apogeo. Por allí donde pasara René ya una corte de seguidores le estaba aguardando. Y en ese pináculo de las mundanas glorias, la reina Cristina, desde su helado reino, había tenido la urgencia de citarlo a sus dominios para que de una vez por todas la instruyera en el Método. " ¿Para qué necesita una reina el auxilio de la Filosofía?“.
Llegado a este punto, Spinoza comprimió al máximo sus labios, como queriendo extraer unas últimas humedades  de su  boca .
 Luego continuó:
“Solo a Ud. Huygens puedo decirlo. Sé de muy buena fuente que René fue envenenado. Luego, como Ud. ejerce de científico ,de  testigo insobornable,  acaso la Vida le permita llegar a tener la noción exacta de con cual de nosotros han sido mas crueles los hombres de este Mundo. Si con este Spinoza expulsado de todas las Sinagogas , maldecido  siete  veces  ,condenado al  ostracismo dentro del  círculo  de  sus  paisanos o con René Descartes, eliminado con unos cuantos gramos de arsénico, como si provocar la muerte de alguien garantizara excluirnos de la Sustancia del Universo 
".Luego  elabore que la vida   del Hombre, la  purgación  de  la  existencia a  nivel  humano es    una  estrategia  acordada  por  la Voluntad divina”.
Como si llegara a un punto fundamental en su pensamiento, me tomó fuertemente del antebrazo y dijo:
“A Ud. le ha correspondido ser Huygens. A René encarnar su Método y a mí dar el siguiente paso .Recuerde que  por sobre todo elegí la fatiga, a trueque por la Libertad. Aunque Ud. y yo tengamos perfectamente asumido que la tal “libertad”, el tan cacareado “libre albedrío” no existe para los mortales. Solo existe en tanto vibremos en la  Extensión , en  la  Trama ”. 
“Que no se le olvide, Huygens”, fue la última frase de la conversación.
 Luego cuántos ríos de palabras corrieron entre La Haya y Leyden, cuando Spinoza murió.
 
Que si fue ese Huygens egoísta. Caprichoso. Ese que quiere ver todo ampliado. Ese Huygens que ha descubierto otras dimensiones de la materia.
 Huygens soy. Huygens. El Huygens que proporcionó a Spinoza la  cotidiana  fatiga. 
Yo pretendía que él puliera los cristales de las lentillas. Los cristales para mis aparatos de estudio y observación. Esos artilugios que me permitieron contemplar las hendiduras de la Luna. Esos  cristales, cuyos mínimos  polvos Spinoza  iba  alojando en las  celdillas  de  sus  bronquios, en  las  esponjas  fisuradas   de  sus  pulmones .Horas  y  horas  entregado  al  frenesí  a  que  lo  impulsaban  mis  descubrimientos.  Cuando  comparecía  ante   él ,cuando  atravesaba  los  malolientes tufillos de  los  largos corredores de  la  casa en  que  se  alojaba,  allí  estaba Baruch Spinoza ,con su rebosante conciencia latiendo entre sus costillas. Con su  libertad  vigilada  por  la  cruel  tos, que acababa  manchando  uno  tras  otros  sus  pañuelos  de  minúsculas gotas de sangre . Me  miraba  con  agradecimiento. Una  y  otra vez me declaraba su agradecimiento.   
Creía que gracias a mí no moría de hambre. -

Comentarios
Gracias de nuevo Beatiz,un fuerte abrazo desde este sur que no deja irse el calor,la Madre Naturaleza ya podría tener más compasión y darnos agua y algo de frescor jajaja.¡¡Panteísmos!!
Besos,Muse de la Rire
Un gran abrazo,Muse de la Rire!!
Beatriz.
Cada uno de nosotros somos ese pequeño,gran dios,como propone Spinoza por lo tanto y desde ese ángulo somos dignos de respeto y de comprensión.Principio del amor universal.
Un beso y un fuerte abrazo,
Muse de la Rire.
Se le saluda, queridísima Musa, menos mal que al menos Consentidos está dignísimamente representada por su verbo, siempre certero y trazador de puentes afectivos.
Dicho esto...
Bueno, bueno, qué tenemos aquí: una deliciosa muestra del genio creativo y narrativo de nuestra poetisa Basenji.
Pero mujer, con qué facilidad me salta usted de la ecología a la filosofía más concisa, aunque sea en su vertiente más biográfica.
Relato conciso y encantador sembrado de referencias para seguir la pista no solo a ese judío sefardita -de origen español, según los más-, sino al francés que originó una revolución en el pensamiento occidental, y al físico que empujó más allá el conocimiento del universo, sin olvidar una mención -que da pie al relato- a esa reina ilustrada sueca que tan bien encarnaría Greta Garbo en el cine, en la película del mismo nombre (y que recomiendo vivamente).
Relato a modo de charla de viaje, de conversación de esas que dos personajes realizan de forma informal pero donde un universo se conforma y se expone.
Spinoza y su "Deus sive Natura" fundamental; Descartes y su "pienso luego existo" fundacional; Huygens y sus investigaciones astronómica; La Reina Cristina de Suecia y sus inquietudes intelectuales,... todos ellos son puertas que nos abres, Beatriz, hacia mundos sugerentes de vidas dedicadas a enriquecer el acervo cultural del Ser Humano, vidas plenas, ambiciosas en su realización; vidas, Beatriz, que laten impulsando su voluntad de ser hacia todas partes de este organismo que llamamos mundo, y que se condensa en su plasmación sutil: el conocimiento.
Gracias, Beatriz, por este bello relato, denso y profundo en su contenido; interesante y original en su forma.
Un abrazo trasnmisor de reconocimiento.
Cordiales saludos.
Beatriz.