ACUÁTICO
La
Tomasa había nacido en las vecindades del Pilagá, pero nunca
supo bien si era un río o un arroyo. La mas anciana del lugar le
había
mencionado
que tenía hermanas y algún hermano, y que casi todos habían sido llevados por los blancos “en sus brillantes carros sin caballos” y nunca mas regresaron. A ella también se la llevó “ Doña Ester” , de la
que había aprendido todos los secretos de la buena comida , a
fuerza de gritos e insultos variados, porque la Doña Ester era
una diosa para la cocina, pero una catarata de malas palabras
,además de una lanzadora de lo que tuviera en sus manos en el
momento de la furia.
Así
que un buen dia de fiesta popular , se largó para la gran ciudad
, para perderse para siempre. Consiguió trabajo de ayudante de
cocina y esa fue su perdición, porque entró a darse cuenta que en
la casa
de comidas
nadie
cocinaba como a ella le había enseñado su
patrona.
De
modo que en cuanto uno de los mozos le leyó un aviso solicitando
cocinera, allá se fue. Resultaron ser un padre y un hijo. El
primer y segundo día todo bien. Gustaban de las recetas de su
oficio culinario.
Al tercer día apareció
en la casa del padre y del hijo, el mismo Espíritu Santo,
enjoyado, taconeando fuerte y probándose pelucas la mayor parte del
tiempo.
Le
multiplicaron la faena diaria, obligando a lavar en un viejo
fuenton de grueso zinc, de los que ya no se veían ni en las
vecindades del Pilagá.
De
aquella casa tuvo que salir con lo puesto, porque tanto el padre,
como el hijo y el Espíritu Santo amagaban con darle palmadas
en las nalgas y de esas confianzas, ya doña Ester le había
instruido.
Se
podía hacer un rosario con los tantos domicilios de los que
entró y salió a la semana, al mes, con su pañuelo ciñendo
sus escasas ropas, su jabón de tocador, su crema para las axilas.
Para
su desgracia, se encontró con el hijo de aquella “santísima
trinidad” en
la vereda de una
plaza
y el mocito la convenció de su amor, de su desesperado amor, y
se la llevó a uno de aquellos moteles de la carretera. Al
final de aquel atardecer la convenció de regresar a la casa, y
seguir cocinando, solo cocinando, como
había sido lo tratado en el principio, porque él la amaba con verdadera locura.
“Y
la tonta – decía Tomasa – se dejó llevar” , cuando ni
siquiera sabía la dirección de la casa, ni qué ómnibus la
dejaba cerca, cuando el médico de la salita del barrio al
que acudió porque se sentía morir de tanta náusea ,
le dijo que estaba embarazada. Y también le dijo que por
cincuenta pesos se podía librar del embarazo.
“Y
que es el embarazo, dotor?” Y el médico se reía y la palmeaba
en el hombro.
Para
cuando terminó de explicarle la cuestión del embarazo, se dio
cuenta que no tenía cincuenta pesos y acaso nunca los llegara a
tener en toda su vida.
Ahí
fue cuando tuvo esa idea tonta: volver al Pilagá. Volver con la
gente. Se ofreció de cocinera en una barcaza , luego en otra y
otra, y casi estaba llegando al Pilagá, cuando le vinieron los
dolores del parto y ya no tuvo tiempo mas que para gritar como
endemoniada.
Cuando
al fin, expulsó de su cuerpo aquélla cosa que salió flotando
en las aguas, solo le vino a la mente un nombre: Acuático. Y con
ese nombre en
los labios
rescató
al hijo de las aguas y como verdadera fiera le puso sus propias
garras a la Vida.Foto: www.arcondelrecuerdo.com.ar
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