EL JINETE












Apareció de improviso. En estos días pre-primaverales, que invitan a la gente a pasear morosamente por su ciudad, dejándose llevar por las brisas bellamente encendidas de perfumes que llegan desde alturas infinitas.




Los que caminaban junto al Palacio de Olite se sorprendieron. Hombre bien montado sobre su caballo negro, vestido como para asistir a una boda de las de principios del siglo XX. Era propiamente un caballero de los que por alli hubiera y quedara estampado en las viejas fotos familiares.



Saludó a los peatones levantando el ala del sombrero. “Salve , Damas y Caballeros !” , dijo. Y todos le respondieron deseando los buenos días.



“He querido pasear por los feudos de mis antepasados. “- dijo con orgullo innegable.

La gente le rodeó con admiración y algunos le invitaron a visitar el Palacio.

-Oh, no. Demasiado conozco este Palacio. Tanto que podría nombrar uno a uno los fantasmas que ahora mismo se solazan con los rayos del sol allí arriba.


Se volvió a colocar el sombrero e inexplicablemente hombre y jinete desaparecieron.




Foto: Palacio de Olite / Navarra. guiartenavarra.com











Comentarios

Albada Dos ha dicho que…
Encantador texto, fantasmal casi. Me ha encantado ese jinete amable y educado con los vecinos

Un abrazo y feliz jueves
Beatriz Basenji ha dicho que…
Gracias, ALBADA DOS!! Esas inspiraciones que cada tanto nos asaltan mientras mondamos una manzana deliciosa ! Y sin mas me fuí a plasmarla!! Otro abrazo fraterno para tí !!
Beatriz.
Anónimo ha dicho que…
Hola, Beatriz. Hola a todos:

Los castillos y sus fantasmas... Tema romántico donde los haya. Fantasmas que salen de la evocación de los vivos, del pasado condensado en las piedras de las ruinas o los palacios vetustos. Épocas pretéritas que viven en nuestra imaginación, esplendorosas aunque surjan de lo oscuro o tenebroso.
Caballeros o damas de otro tiempo que salen de su limbo para visitar un presente que los añora, o que los quiere sin realmente conocerlos.
A veces se quedan entre nosotros durante un tiempo, a veces desaparecen por medio de un conjuro: la salida del sol o de la luna, la sonrisa de una bella e ingenua mujer o la mirada sostenida de un desaliñado e incrédulo profesor.
Poe o Emily Dickinson, Hawthorne o Mary Shelley, por la parte anglosajona, Bécquer por la hispana, gustaron de contar historias de este tipo: pasado que se imbrica en el presente, y que a veces lo rapta o lo empuja al más allá.

Piedras evocadoras, que conforman una estructura ya cubierta por el musgo y los líquenes en nuestra mente.
Inocuos si nos visitan, saludan y se vuelven a su ya-no-siendo; terribles si deciden permanecer en la imaginación calenturienta de los espíritus sensibles.
Probablemente el palacio de Olite guarde muchas historias de esas que pueden congelar el alma o angustiar el corazón desprevenidos. Todo siempre dependerá de los ojos capaces de materializar su posibilidad...

Gracias, Beatriz, por suscitar.
Un abrazo a todos.
Beatriz Basenji ha dicho que…
GRACIAS, RODRIGO!! Este es un caso de inspiración. Nacido con esa urgencia.Que te obliga a abandonar lo que tienes entre manos, para lanzarnos al teclado. Así, sin más. Un abrazo fraterno.
Beatriz.

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