EL SILLÓN

 










Años  hacía  que no  visitaba  la  casa de  los  Abuelos. Ya  antes de  ingresar  se  dio cuenta  que, a  no ser  por el  número  que  lucía   sobre el  buzón, no  hubiera  tocado  el timbre. La  casa  era  muy  diferente.

Tras el recibimiento, se dedicó a  mirar  los  nuevos  ámbitos de aquel hogar. Estaban los  mismos  muebles,   e incluso se  veían  mucho más  hermosos que  como  él  los recordaba.

Solo no  estaba  el  sillón  de  los  Abuelos! ¿Qué  ocurrió  con él ? - preguntó.

-Pues  por ahí está…-  le respondieron.

Lo  buscó  y  les dijo a  los  parientes  que  lo  volvería a su lugar.

Cierto  que el “lugar”   estaba  allí,  pero  cuando  trató  de  ubicarlo en el  sitio,  no se  veía  bien, a  pesar  que  su  tapizado   armonizaba  con  toda  la  sala. 

Lo  ubicó  junto a  una de  las  fuertes  columnas.  Quedaba  algo mejor,  pero no encajaba allí. Depositó  su  humanidad  sobre él.  Enseguida  volvió a  ponerse de  pie.

Lo llevaron a  recorrer  la  casa.  Descubrió que la escalera se  sostenía  con las  dos  columnas de  lapacho  que  habían  sostenido  el  porche. Y  las  vigas  del  nuevo  tejado  eran las  originales, las que había  hecho  colocar el  Abuelo. Tan  solo las habían  cepillado  y  preparado  para  resistir  otros  50 años ¡! , decían  los tíos  con  infinita alegría.

Pronto  aparecieron   los felinos  de la  casa. 

Debieron  reconocerlo  familiar,  y cuando regresaron a la sala, las tres gatas  se sentaron  frente al  sillón  y  luego  dieron algunas  vueltas en su   entorno, pero  ninguna  pegó el salto  para  instalarse  allí.

El  hombre  recordó cómo  la  Abuela  para sentarse  en su  sillón, primero  debía aventar  con  una  revista o un  libro  a  los felinos de entonces.

Los  días  que  duró su  visita,  nadie , absolutamente  nadie  se sentó en el  sillón. Mientras  la  familia  almorzaba  y  cenaba en  el  living, si  acaso  aparecían  las  gatas   y  aún la misma perra, se sentaban  en torno al  sillón  y   clavaban sus  ojos  en un  mismo  punto. 

No  fue un  día o  dos.  Fue  todos los días. Y  él  mismo, así  estuviera  solo  o  acompañado,  tenía la sensación  que  alguien  lo  estaba  ocupando. 

Foto:olx.com.ar                                                

Comentarios

Ángel ha dicho que…
No hay duda de que el recuerdo también permanece en los objetos.
Beatriz, nos has contado un cuento muy hermoso.
Gracias.
Albada Dos ha dicho que…
Hay objetos que siempre son de un sólo uso para alguien. Aquí, bien urdido, hasta los animales saben que ese sillón no es de ellos, ni para ellos. Tal vez el alma sigue sentada allí

Un buen texto. Un abrazo
Beatriz Basenji ha dicho que…
GRACIAS AlbadaDos y Angel !! Habéis captado mis intuiciones!! Nuestros animales de compañía al ser Puros, captan sutilezas que nosotros, los humanos hemos perdido. Un abrazo !!

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