FLECHAS DE CUPIDO






Damas, damas! Que sois todas románticas a tiempo completo!

¿Quién de nosotros no tenemos un amigo, una amiga con amores contrariados? Algun@ hay.

Mi Mujer me ha pedido que os cuente la historia de mi amigo Aldo. Amigo casi de la infancia con el que compartimos tardes de potrero corriendo tras la pelota con los otros pibes del barrio. Yo era entonces el “andalucito recién llegao”, y me estaba aprendiendo las costumbres de la vecindad.La cual era variopinta: italianos los más, algúna familia polaca, otra lituana, gallegos la minoría.


Aldo se aprendiera el oficio de carpintero, y era de esas personas cabales, exactas en todas las cosas de este Mundo. Gustaba ir los sábados a los bailes del club y se tenía una novia que era una preciosidá, codiciada por no pocos homínidos.Iba la cosa muy en serio, tanto, que mi amigo ya tenía diseñados los muebles para el hogar que formaría con su novia del Alma.



Hasta que por una nimiedad, la novia de Aldo le armó una discusión de las buenas, y palabra vá , palabra viene, se han enojado por lo más alto, y la novia hermosa, preciosa, con las mejores virtudes lo mandó al novio a la mismísima merde . Rompieron, pues. Y rompieron ya con el ceño fruncido de ambos, al punto de no darse ni el saludo.

Me lo encontrara por pura casualidá y tan enrabietado estaba , que me dijo estas palabras:

-Te juro que la primera piba que se me cruce en el camino, con esa me caso !


Al siguiente sábado va mi amigo al baile. Se baila la noche entera con todas las chicas que allí concurrían y ya avanzada la noche, resuelve volver al domicilio familiar.


Lloviznaba .Esas lloviznas zonzas , que no saben ni mojar y dispone a los peatones a caminar en la línea de las casas, aprovechando algunos aleros y marquesinas que se aprecian de tanto en tanto.

Tan aletargado por la llovizna y el cansancio, Aldo gira en una esquina hacia la izquierda, y se tropieza con una joven que se da contra una pared. Aldo la auxilia, evita la caída, dice esas palabras que siempre expresamos en tales circunstancias:” Disculpe. No la ví, lo juro. Se encuentra Ud. Bien? Cuánto lo siento, señorita... “

La cuestión que Aldo se ofrece acompañarla hasta la casa. Charlan. Mas bien inician una conversación de esas con temas inesperados y apasionantes y al llegar al portal de la casa de la joven, siguen y siguen. Al final mi amigo mirando su reloj se disculpa por lo avanzado de la hora, y le dice a la desconocida:


-Me gustaría seguir esta conversación otro día. ¿Sería posible?


Ya se dieron los números de teléfono, y antes de que transcurrieran 48 horas, estaban hablando por la línea. Tanto se entendieron que a los cuatro meses se casaron. ¿ Que si fue una hazaña de Cupido o del Destino? Mas bien las altas cifras de la factura del teléfono, shico!


Ilustración: unnamed/ montsegp.blogspot.com

Comentarios

Albada Dos ha dicho que…
jajaj, ese final es seguramente la razón de pasar por vicaría. El amor, si existe, no se busca, se encuentra. Aldo es un ejemplo. Cuando no pensaba en chica alguna es cuando se topó, no se cruzó, con ella.

Un abrazo
Anónimo ha dicho que…
Hola, Beatriz. Hola a todos.
Otra entrada de queseso que, en este caso, sabe a beso.
Pues mire usté que cosas así suceden todos los días. El hombre, ya se sabe, es el único animal que tropieza tropecientas veces en la misma piedra (y es que claro, él mismo se las pone delante; es más, es capaz de hacer un gran rodeo para volver a tropezar con la misma piedra con la que ya tropezó en anteriores ocasiones).

El ser humano: ese animal tropezante; ese tropezador irredento. Qué sería de él si no tropezase, si no trastabillara, si no se diera de bruces, de vez en vez, contra la realidad del suelo. Y es que, creo, su conciencia se forjó así: a base de tropiezos de Natura... hasta que se dio de bruces con la posibilidad, y de las chiribitas que tal golpe le produjo surgió el ser humano. Y, claro, con la tendencia al tropiezo en su conciencia, en su código genético, en su pulsión más primitiva y en la más avanzada.

Y, qué duda cabe, la piedra con la que más gusta tropezar el último eslabón de la creación es la del amor. Es el tropezón por excelencia —el que permite que la tendencia al tropiezo se transmita de generación en generación —. Un tropezón que promete una suave caída en el guindo, pero que también conlleva chichones que no revela. Que uno se ha levantado ya de esa caída, pues nada se vuelve a buscar la piedra y se vuelve uno a tropezar. Así, como tú lo cuentas, Beatriz. Sólo es cuestión de voluntad, y de ponerse en juego. Cogerle gusto al tropezón, vamos.

Gracias por incitar, amiga mía.

Buen verano a todos... y tropiecen, tropiecen y déjense caer.

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