DON FRANCISCO FLECHA ANDRÉS


 

Algo  tiene  usted que  nos  introduce  en aquellas  cocinas enormes  de las Abuelas, con  las marmitas  pendiendo de sus  cadenas sobre  el  crepitante fuego.

Y  como en aquellas vidas también  mis  pulmones aborrecían los humos, pues instalando  íbamos  nuestra  pequeña humanidad por los rincones, para oír de  primera   los sucesos del  día.

Al  final ,cuando nos presentamos  antes de finalizar el  Segundo  Milenio en  la casa de una  de las Abuelas, la  mujer del  Tío, no nos franqueó la entrada barrosa  por donde  aún circulaban  los  carros , los caballos y los bueyes.

Pero fue glorioso  contemplar aquellas paredes de  piedra  que  el Abuelo hiciera  edificar  luego de sus  viajes a la  Cuba de  finales del  XIX, donde los  galaicos  prosperaban en la cosecha  del  azúcar.

 No podemos  aquí más que  poner  nuestras admiraciones  en lo bien  majos que iban los griegos de  Platón y Sócrates! 

  Que buena audiencia  tenían de  parte  del  vecindario, que  de tan regalados  ni siquiera debían  encargarse de  agachar sus lomos  para  quitar de  la  faz de los suelos  a  las babosas. No como las de  ahora, que cuando llueve  pugnan por  guarecerse  bajo  los  techos de  nuestras frescas  casas  en  la plenitud del verano.

Lo que  más apreciamos de  Platón  ha sido  la  cueva  donde  la gente  podía  creerse gigantesca  por las bromas que el  Sol  de entonces  les gastaba. Con  solo  eso  - el  brillante  Platón -  legó a la  posteridad  el gran secreto  que vinieron a  descubrir  los  Doctores en Física  de  este  último  medio siglo : que  somos  mucho  menos  que  nuestros  canes  y  gatunos,  que  pueden ver  lo que   a  nosotros los  falsos  mortales  nos fue vedado.


Foto: Página de Francisco Flecha Andrés/ Internet.es  en el Aula.


Comentarios

Albada Dos ha dicho que…
Son tertulias maravillosas porque se aprende, y mucho, de la sabiduría y de la edad de los demás.

Un placer que lo trajeras. Un abrazo

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