LA NACION DE LOS SABIOS
De ser verdad,
aquella multitud de
jóvenes era lo que
restaba de la mítica
nación de sabios.
Pudo penetrar por
unos escalones bien
disimulados, por el azar
astutamente allí dejado; una
piedra informe o multiforme, que cuando
la tuvo en sus manos, supo que no
era una piedra. Solo lo aparentaba. Se podía
decir de ella que era de un
intenso color negro, pero poseía unos
mínimos oros en sus
tenues poros .La dejó donde la
halló. Ahí
fue donde removió
las ramas secas y halló
las ocultas gradas que
lo llevaron a la ciudad
subterránea.
Al principio
lo deslumbraron las zonas
por donde la luz natural
penetraba y aunque no halló personas,
observó objetos de uso diario que
ni eran de piedra
ni de cerámicas y mucho menos de madera. Piezas
impecables y prolijas en una especie de
escurridero. Allí mismo se
desembarazó del morral
y fue liberando
su contenido. Mientras comía se
dedicó a observar las
paredes. No eran
piedras ni habían sido
excavadas. Era obra de
construcción de quien sabe qué tiempos. Rústicas o
gastadas por el paso del tiempo. No había
suciedad. No había telas dejadas por las arañas.
Luego se rindió
al sueño.
Fue al despertar
que se vio rodeado de
gente joven que
lo miraba como
él quizá miraría a una foca
recién nacida o un avestruz
de los que había conocido en algún sitio de Africa.
Cuando se incorporó la
gente joven le
hizo gestos similares
a lo que en algún
sitio lejano dedicaban a
los deportistas, cuando rendían sus
pruebas y de inmediato
lo fueron llevando por
pasillos y estancias hasta
una especie de domo, donde se
apreciaba un mapa
sideral cruzado por
infinidad de líneas
brillantes unas y
opacas otras, de vivos
colores.
Alguno de los jóvenes
alzaba una vara
y con gestos
algo quería explicar, mientras los
otros asentían con sus
cabezas.
Luego otro tomaba la
misma vara y
continuaba la explicación pero con
palabras que les eran propias .Obviamente él
nada llegaba a captar. Así
fueron aleccionándole lo menos
siete de ellos,
felices de desplegar
sus sapiencias ante
un desconocido.
Debieron ser
horas las que estuvieron en
el domo. Ya la
luz solar se
habría ocultado. Pero
entonces unos artefactos
que semejaban una inmensa
pera translúcida proveía de luz
al lugar. ¿Dónde había
visto él aquel mismo
artefacto dibujado? Lo hicieron
recorrer su ciudad
subterránea lentamente.
¿Dónde estoy ? se
preguntaba y sus pensamientos
lo hacían sospechar
en una casa
de estudios, o en una
comunidad religiosa, no obstante no había
en las paredes símbolo
alguno. Nada.
Y al final
desembocaron en la misma oscuridad
de la noche, como una
llanura donde se
percibían tres enormes
columnas en forma de T. Eran ciclópeas
y cuando pudo
acercarse a una de ellas sus
manos reconocieron la frialdad
de la piedra. Lo
alejaron de la
T y le llevaron de
la mano hasta
un lugar en que
una especie de grifo manaba
agua y allí
mismo pudo cargar
la cantimplora que siempre llevaba
junto a sí. Y cuando hubo bebido percibió un delicioso
líquido que le enfriaba
la laringe y a la
vez le acariciaba
por dentro.
Instintivamente se
acarició el tórax y sus
acompañantes le dieron un aplauso , al tiempo que señalaban algo imposible de descifrar, asomando de la
tierra. Lentamente regresaron al
interior de su
ciudad subterránea emitiendo
un canto coral
que por momentos
crecía y luego se
apagaba lentamente. Mientras caminaba
junto a ellos tenía
la sensación de atravesar
un edificio alto
como una catedral.
Lo llevaron a otra sala
inmensa, donde se
sentaron sobre el piso
y cada uno
extrajo unas hierbas
y bayas de entre sus
ropas que fueron
comiendo lentamente .Más lentamente
aún fue surgiendo
un rumor de
oleaje. Y sin que él
mismo pudiera detectarlo,
la sala inmensa
pareció elevarse o
dejarse llevar por marinos
rumores , mientras los jóvenes
allí mismo sentados, se tomaron
de las manos .
No recordaba nada más. Cuando despertó. Seguía sosteniendo el extraño objeto informe o multiforme. No había gradas, ni ramas secas. Era un desierto igual a cualquier otro. En su mente se agitaba una poderosa lucha que terminaba de sostener con alguien que duplicaba su propio peso – mínimamente – y que había luchado con ese "alguien" toda la noche.
Mas, al llevarse las manos a la cabeza, se
estremeció al comprobar que
no le restaba
un solo cabello.
Estaba igual que los jóvenes
que sobrevivían en la nación
de los sabios.
Foto: Dogma Cero / GOBLEKI TEPE/ ¿Se ha encontrado en Turquía el templo más antiguo del Mundo?
Comentarios
Un abrazo.
Un abrazo