DORA (Sala de Proyecciones IV)
Había llegado a refugiarse en casa de su hermana mayor hasta carente de ropas interiores. La hermana la recibió y la fue dotando de un modesto ajuar, pero ajuar al fin.
En
apenas un par de años fue urdiendo la forma que la hermana
mayor dejase aquél rancho con paredes de adobe y techo de
pajas, camelando al hombre que cuidaba de larga data aquellas
tierras donde cada año sembraba patatas y luego alfalfa para
alimentar al caballo.
La
zona donde vivían había pasado de ser una sección de
quintas, a convertirse en todo un barrio de vecinos nucleados
en torno a la Parroquia, y aquél rancho escondido tras un
cerco de ligustros y rositas rococó, iba resultando un
exabrupto para el vecindario.
Logró
sus propósitos. Dora quedó como ama del rancho, mientras su
hermana era compensada con una modesta casita de materiales,
con hasta baño instalado. Todo un lujo que ni Dora ni su
hermana imaginaron.
Como
aquella era una ciudad dedicada al Turismo, Dora se las ingenió
para ingresar como mucama en alguno de los muchos nuevos y
viejos hoteles de aquella urbe. Al poco tiempo se lió con uno
que hacía de mozo en las horas del almuerzo y la cena, y con su
labia lo convenció al cuidador de las tierras y lo llevó a
convivir al rancho. Fueron progresando gracias a los sueldos y
propinas que el verano les dejaba y cuando aquellas tierras se
lotearon, los dueños dieron al cuidador un lote donde fueron
construyendo su casita. Ya para entonces eran un trío . Así
como suena.
El
que hacía de mozo era dado a la bebida y llegaba en malas
condiciones a la casa , dando portazos y gritos, que enteraban
al vecindario de los pormenores de sus privadas vidas.
Dora
nunca hizo la calle – como otras mujeres - pero el mozo le
traía de tanto en tanto clientes. Hasta la misma Policía de
aquellos tiempos les visitó, alertados por las praxis que en
la casa ocurrían.
Años
pasaron de igual modo. Hasta que Dora comenzó a experimentar
el acoso de una dolencia. Llevada al Hospital, le diagnosticaron
una triste enfermedad.
El
cuidador de las tierras – ya anciano – lloraba sentado en los
escalones de la entrada a la casa. La gente se conmovía. “Está
enferma la Dora” , repetía entre sollozos.
El
presunto marido había comenzado a hacer las compras. Ya el
continuo consumo de bebidas alcohólicas le hacía protagonizar
hechos diversos: perdía las llaves de la casa, perdía la billetera,
salía calzado y regresaba descalzo.
Los
vecinos que apenas les daban el saludo, comenzaron a interesarse
por la salud de Dora. Alguien contó que se había rodeado de
todo un altar con imágenes de la Virgen y algunos Santos, y
que día y noche oraba, y hasta un vecino de ascendencia rusa
le había obsequiado un pequeño ícono del siglo XVII.
Para
cuando los vecinos mas católicos de la vecindad la visitaron,
Dora estaba realmente transformada. Tenía plasmada en el rostro
la cara del Profeta Daniel, el del Pórtico de la Gloria. Y
cuando finalmente abandonó este Mundo, en su entorno se olía a
santidad.
Cuando
ingresó a los recintos de la Sala de Proyecciones, el Guía
no le mostró película alguna. “Es cierto que los placeres que
brindaste te fueron pagados. Pero, al menos les brindaste a
aquellos hombres solitarios una ternura que fue auténtica. Vete
en Paz, Dora!” le dijo y de inmediato unos jóvenes ángeles
la llevaron en volandas.
Ilustración: ru.depositphotos.com
Comentarios
Cuarta entrega de la Sala de Proyecciones. Dora no ha de ver su vida en la pantalla. No hay cuentas pendientes, las saldó todas, y con propina. Probablemente, para sus contemporáneos, no fuera más que una lista oportunista con mala suerte: un marido proxeneta y ventajista.
Dora aprovechó sus dones, su talento; al final, en el saldo ningún debe: tanto talento recibí, tanto obtuve y devolví. El Guía no encontró en ella nada censurable. La acompañó como un diligente acomodador por el pasillo oscuro de la sala de proyecciones hasta la primera fila y, traspasando la pantalla, la encomendó a los querubines encargados de dispensar el polvo de estrellas.
Bien por Dora.
Bonita cuarta entrega de la serie, Beatriz.
Un abrazo a todos.