LA CAZA DEL DRAGÓN ( II )

Resultado de imagen para LIBROS  ANTIGUOS ABIERTOSEn el transcurso de aquella semana regresé a la Librería. Un hombre entre los 30 y los 40 se acercó hasta mi, tras observar mi dar vueltas por las mesas atestadas de libros.
- ¿Es posible hablar con el dueño de la Librería?- le pregunté.
-¿Se trata de algo muy urgente? - inquirió el hombre.


-Realmente no lo es - le respondí algo desalentado.


El regresará la próxima semana. Ya le verá por aquí” , me respondió mientras se alejaba para atender a otro posible cliente.


Abandoné el lugar satisfecho de saber que el hombre no había pasado al otro Mundo.
Respiré hondo e inicié mi marcha habitual hacia el mundo laboral.

 Mi mente recordó la Nepente que se encontraba junto a la puerta de ingreso de la Sociedad Teosófica de aquella ciudad donde residía. Imponía respeto y repulsión.

Ese recuerdo me llevó a una serie de fieros leones pintados por los monjes de un monasterio Zen, que había visto en una feria donde se vendían multitud de objetos que procedían de la India. Parecían terribles, pero si fijabas bien tu mirada, descubrías que esa fiera figura de león, te miraba hasta con dulzura.
El Jefe me llamó a su despacho. ¿Qué error habría cometido? Pensé. Luego de una charla distendida y hasta jovial, el Jefe me propuso hacerme cargo de una nueva sucursal que se abriría en otro país.
¿Por qué pensó en mí? - le pregunté.
Oh, porque sabe organizar y tiene buen gusto para producir una imagen excelente de la empresa.”

La propuesta sirvió para que mi Ego creciera un poco más, y el asunto del dragón se estacionara quien sabe donde. Pasé largos dos años sin abrir el Libro. Y cuando parecía que aquel hechizo que emanaba del Libro había desaparecido para siempre, buscando una de las enciclopedias de mi padre, “ La Caza del Dragón” cayó justo encima de mi nariz y quedó como un pájaro herido, con las alas abiertas ante mis ojos. Ahí  mismo  leí :

No nos engañemos, reverendo Frade. Fuimos perfectos al nacer, porque salimos del vientre materno con nuestra máquina de Vivir perfecta, latiendo y respirando. Luego ese ingrato, llamado Tiempo nos obliga a crecer, y crecer y seguir creciendo, y cuando ya completó nuestros aspectos visibles, ahí mismo, inicia tus cuerpos invisibles! Si. Esos cuerpos invisibles que - lo aceptes  o les  ignores  - se  instalan  al inicio de las cervicales y un poco mas abajo, contactan con tus brazos y a partir de entonces, cada vez que elevas tus brazos hacia lo alto,  se despliegan  como lo que son:  Alas.Porque a pesar de todo, seguimos siendo esos ángeles que Alguien olvidó en este tercer planeta”.

Ilustración: freepik.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hola, Beatriz. Hola a todos.

Segunda entrega de La Caza del Dragón. Ésta más enigmática si cabe. Disemina nuestra amiga símbolos a lo largo de este corto relato memorándum.

Está la narcótica Nepente, con la que los dioses elaboraban su bebida analgésica, si es que algún dolor "divino" les llegara a asaltar. Una especie de "soma" huxleyano para olímpicos, que ya Homero citara en su Odisea —preparada en esta ocasión por la olímpicamente bella Helena para narcotizar a los aspirantes a amantes que la asediaban en su casa de Ítaca (representación del mágico Reino Vegetal).

También están los leones benefactores (sí, como algunos dragones, hay leones cautelares sobre todo en la iconografía Zen y budista; aunque no sólo: los persas también, además de cazarlos, los tenían no por fieras sino por centinelas del mundo terrestre) (representantes de la potencia del Reino Animal).

Y, como no, esas prótesis deíficas que son las alas, las mismas que nos convierten en ángeles... o en demonios (señores de la luz, luciferes de las tinieblas). Todo camino de iniciación culmina con las alas (como supuso ejemplar y cándidamente Franck Capra en su "Qué bello es vivir", de navideña evocación). Las alas nos permiten elevarnos sobre nuestra condición de mortales apegados a la tierra, nos permiten surcar los cielos, donde habitan los seres puros y perfectos (pero, ¿por qué no puede concebirse lo terreno como puro y perfecto en su género? Por su inclinación a la mutabilidad: los cielos parecen inmutables, aunque no lo sean, porque así se lo parecen a diversas generaciones humanas que los contemplan con asombro en su inmutabilidad (hoy día se sabe que no lo son, sino que sus ciclos vitales son enormemente extensos comparados con la vida humana) (ángeles, pues, como representación etérea del Reino Celestial).

La Caza del Dragón, lo sabemos ya, es la búsqueda y conquista del núcleo que a cada ser le une a todo lo que es, al que está irremediablemente unido, porque forma parte de él aunque lo ignore: dar caza al dragón es acceder a ese conocimiento de la fuente de la vida y del origen de la existencia. El dragón es lo indómito de nuestro ser, que sugiere proporciones gigantescas y facultades fantásticas que explicarían la dualidad de lo telúrico y lo celeste de nuestro carácter.

Gracias, Beatriz, por seguir ensanchando el horizonte.
Un ecuménico anbrazo.
Anónimo ha dicho que…
Ah, se me olvidaba: la ilustración es genial, por lo sugerente. Todo un acierto. Enhorabuena por la elección, Beatriz.

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