LAS BUENAS MANDARINAS
¿Qué marido no tiene en su casa una BUENA MANDARINA? Todos !! Demos
gracias a las potencias celestes, al horóscopo chino, a Shiva,
Mitra, Ahura Mazda, el Quetzal, el Huracán y cuanto os apetezca ,
que tenemos nuestra BUENA MANDARINA en casa.
Ay!
Los resbalones que mi Mujer me ha evitao ! Las metidas de pata
hasta el cuadril ! Como aquella mañana que, muy orondo me puse a
barrer los siete escalones de mi reino, y un señor que me conocía
él muy bien - pero que muy bien – tanto que me habia hecho
un empréstito de los grandes, pero como soy flojito pa retener la
cara de la gente, esa cara que llevaba encima del cuello de la
camisa no la tenía registrada.
Y
el hombre hola, que tal, como anda la familia, viajando siempre?
Hace cuanto tiempo que no nos veíamos, eh? Y yo para esto
largando mi “ bien , muy bien, si... “ de pura cortesía. Y
entra el hombre a despacharse y yo no tenía ni puta idea quien
era el tío.
“¿Se
acuerda ud. de la abogada tal? No quiera saber la que me hizo !
Se me quedó con una cantidad grande, de las que ya sabe que
yo manejo.Me arruinó y no sabe cómo! Eso le pasa a uno por
confiar. No hay que confiar en nadie!”
De
pronto recordé el apellido de la abogada, que me resultaba
sumamente odioso. Quería yo atar cabos, pero era inútil.Mi
cerebro registraba aquel apellido y flotaba como en la superficie
de un caldero maloliente una escena ocurrida años antes, pero
la imagen se desvanecía. El hombre continuaba.
“Si
la habré ayudado. Cuando nos conocimos tenía esta torda un
auto Dodge Polara ,largo, que ni aparcarlo sabía ! Si habrá
ganado dinero conmigo haciendo hipotecas. Los chanchullos que
hicimos juntos...” Ahí el hombre se frenó,me quedó mirando como en
cámara lenta la expresión de mi rostro. Tragó saliva y
continuó:
“Se
lo reconozco ahora - y no le sepa malo - cuánto lo hicimos
sufrir a Ud. y su familia aquella tarde con aquél asunto de
los punitorios … Je,je! Uds. tuvieron mucha suerte. Los punitorios
derriban a mucha gente !“
Yo
seguía apoyado en el escobillón. La verdad, no hacía ningun
esfuerzo por adivinar quien era. Me limitaba a escucharlo.Y ahí
el hombre suelta la frase:
“Mire
que hacerme eso a mi a Zangoyano! “
Y
yo le respondo con toda mi santa inocencia:
-
También Ud. meterse con Zangoyano !! ¿No sabe que es el peor
usurero de esta ciudad ?
-
Hombre! Yo soy Zangoyano !
-
¿Está seguro que Ud. es Zangoyano? - le pregunté .
No
le quedaron mas palabras , dió media vuelta y se fué.
Cuando le conté el episodio a mi BUENA MANDARINA, oh! Fué
apoteósico ! Se ha tronchado de la risa imaginando la cara
de Zangoyano en el momento que le dije “También Ud. meterse
con Zangoyano... “ Seguro nunca nadie le había llamado en su
propia cara “ el peor usurero de esta ciudad”
.Ilustración
: Lois Griffin.
Comentarios
¡Vaya, estamos de humor! De buen humor, digo. Con la que está cayendo, la verdad que no viene nada de mal.
Pero vamos con lo que vamos que a eso venimos. A mí, la verdad, es que las mandarinas (sean buenas o malas), me hacen bilis. ¡Qué le voy a hacer! Mi vesícula no las soporta, y mi delicada independencia, tampoco. Soy de fruta menos cítrica. Me van mejor las peras, las manzanas (a pesar de los gases: me ayudan a levitar), los melones si están melosos, las sandías que no sean sandias; las guayabas y la fruta de la pasión, en plan exótico. Pero ni mandarinas, ni toronjas, ni pomelos, ni, obviamente, limas o limones.
Preferencias y tolerancias frutales a parte. Meter la pata, y hacerlo de la manera que aquí nos traes, Beatriz, no es nada malo; diría que es incluso saludable. Ya se ha dicho: ¡santa simplicidad! "Dejad que los ingenuos se acerquen a mí..." (y ¡zas!, se llevaron puestas unas "preferentes" de mimo).
Si hubiera estado la buena mandarina el pobre pacorro no se habría despachado a gusto (y tanto más a gusto que lo hizo inconscientemente), además de privar a la susodicha cítrica de un rato de saludable risa. O sea que... Veamos como lo veamos, mejor sin mandarina.
Si lo sabré yo, que no he hecho más que esquivarlas desde que mi cuerpo, muy inteligentemente, se empeñó en rechazarlas.
Lo dicho, mi querida amiga: Gracias por la fruta, pero me quedo con el pacorro y su santa amnesia.
Un abrazo à tout le monde (de esos...)