LA MAGIA DE UNA SONRISA

Le
conocimos ya presidiendo su propia empresa, que había
iniciado muy modestamente en el viejo garage de su vivienda, y
que poco a poco fué avanzando hasta convertirse en el líder
de su especialidad.
Era
tal su modestia, que cuando era invitado a un evento empresarial
nos llamaba de inmediato para que asistiéramos en su
representación. Si bien lo hicimos algunas veces, luego, poco a
poco le fuimos convenciendo que era él mismo quien debía
integrarse al mundo de sus colegas.
No
obstante tener a su disposición todo un ejército de personas que
podían realizar cualquier gestión que les solicitase, tanto él
como su esposa solían hacer sus compras diarias exactamente
igual que cualquier matrimonio . En esas incursiones visitaban
innúmeros locales de ventas, y lo que mas les angustiaba era
la frialdad de las personas encargadas de las ventas . Su
frialdad y hasta manifiesta antipatía hacia los clientes. Por
lo cual, al menos una o dos veces al año dedicaba una
jornada completa para señalar a los integrantes de su
poderosa firma, la absoluta necesidad de ser amables,
respetuosos, para averiguar las necesidades de los clientes y
a su vez sugerirles con total lealtad lo que mejor se avenía
a su demanda.
Muy
de tanto en tanto contaba cómo se había iniciado él mismo
en lo que podría decirse “ el campo de las ventas” . Tenía
tan solo siete años, y las perentorias necesidades de su hogar
le impulsaron a salir a vender por su vecindario, tirando de
un carrito casi de juguete , ciertos azúcares saborizados
para ser incorporados en el desayuno familiar. Muchas veces debía
solicitar que alguien tocara el timbre de un domicilio, porque
no alcanzaba él mismo a hacerlo. Las señoras cuando abrían
la puerta y se encontraban con un niño con un carrito casi de
juguete se quedaban sorprendidas, pero este niño las
sorprendía aún más, cuando, con su sonrisa en los labios y sus
buenos modales, les ofrecía sus mercancías. Casi todos le
compraban.
En
una oportunidad, ya estaba por batir palmas en una casa,
cuando observó a una señora mayor muy afligida a causa que
su gato se había subido a lo alto de una rama de un árbol
y no bajaba. De todos modos él le ofreció sus azúcares
saborizados y la señora, observando sus modos serviciales, le
dijo: “Te haré una buena compra si logras bajar a mi gato
del árbol” . Mi amigo se trepó al árbol y con mucha
suerte logró atrapar al animal y devolverlo a su dueña, que
ahí mismo le compró cuanto él llevaba.
Este
hecho fue lo que lo determinó a elegir convertirse en un
vendedor. No importaba de qué, lo que sí era importante poner
de manifiesto su voluntad de servicio en favor del comprador.
Fue tal el éxito que sus charlas tuvieron no solo en el
espíritu de su empresa, sino que trascendieron al ámbito local,
dado que por su iniciativa se creó una Escuela de Ventas
que abarcó niveles nunca por él sospechados.
Su
lema era : “Nunca subestimen a ningun cliente . Nunca
observen como está vestido. Mi mejor cliente llegó calzando
unas viejas zapatillas, vestido con ropas de peón de campo y
comenzó a pedirme el precio de una plancha automática y
acabó comprando no solo la plancha, sino dos neveras, un
lavarropas y dos televisores, pagando al contado! Algo
lamentablemente casi desaparecido de las prácticas comerciales
! “
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