EL ELEGIDO
Ene
de Náutica. Ene de Neptuno. Ene de Nenúfar.
¿Recuerdas aquel
cruce del Ecuador a finales de los 70 ? Ya nadie tiene la mas
leve idea de lo que sea un transatlántico. Los últimos
astilleros se desmontaron como consecuencia de la gran crisis
del 2008 que se fue profundizando al punto que la gente lo
fue abandonando todo. Los grandes afortunados debieron salir
hasta sin calzoncillos, porque nadie acertaba a fabricarlos. Ni
modistillas de los pasados siglos quedaron.
Las señoras no
corrieron mejor suerte. A fuerza de desempolvar viejos cortinados
lograron hacerse unas especies de túnicas para las que nunca
hallaban aquellas hermosas fíbulas que decían haber heredado
de sus antepasadas.
Los pocos niños que restaban en las
destruidas ciudades, recorrían las calles en bandadas como
antaño lo hacían las aves, en procura de hallar entre las
piedras algo con lo cual mitigar el hambre. Casi todos estaban
desdentados, porque o bien nos les habían nacido dientes o se
les habían fracturado en el intento de reducir ladrillos y
huesos abandonados a una rústica papilla con las salivas bucales.
Tan
solo las ciudades portuarias concentraban algunos cientos de
personas, que se iban volviendo verdes de esperar las
barcazas o los catamaran que decían podían llevarles a otra
tierras donde había agua y alimentos abundantes.
No eran
seguros. Los dueños de las barcazas habían sido transportadores
de drogas ilegales, y apenas sabían como encender los
ruidosos motores fuera de borda. Eran tipos rudos, de miradas
nefastas , capaces de adivinar si entre las raídas togas
alguno escondía algún objeto digno de robarse.
Ya
ninguno recordaba que aquél Continente se había llamado
Europa . Se congregaban a discutir - cuando habían calmado el
hambre – la búsqueda de un camino, un paso, un estrecho,
que los llevara a Europa de vuelta.
Acaso si alguno había
salvado una porción de memoria y por instantes creía tener
nociones de cartografía le ingresaba una urgencia, una
desesperación por retener aquella memoria y con una pequeña
piedra o un palito, trazaba líneas y con unos huecos mas
profundos señalaba sitios donde las ciudades habían estado.
Eran instantes breves que, una vez transcurridos , el apurado
dibujante deshacía con sus mismos pies, para seguir con
dulzura la maravillosa caída de la lluvia o el ulular de
una siniestra alarma que nadie sabía donde había quedado
programada.
De
tanto en tanto aparecía en la niebla un niño hermoso. Tomaba alguna mano a quien encontrara mas cercano y con
la miel de su voz le decía: “Se que vas por un camino muy
difícil, pero te voy a ayudar “ . Cuando la persona elegida
por el niño parpadeaba, ya el niño se había esfumado en las neblinas. Pero la persona comenzaba a correr y dar
saltos cada vez mas notorios, como ocurrían en aquellas
plataformas para saltarines, que había en nuestra infancia.
El
elegido descubría de inmediato que por primera vez en años -acaso en siglos - que el hambre no le asediaba. Una alegría
indescriptible le brotaba del cuerpo, se le desbocaba como un
caballo finalmente libre, en la inmensa pradera. Una luz
poderosa dominaba las ruinas de los caseríos, le hacía sentir
un escalofrío interminable y gozoso. Descubría en los
lugares mas oscuros minúsculas hierbas que asomaban gentiles,
graciosas, como en su infancia. Curiosamente la poderosa luz
serpenteaba entre ellas, con una ternura que solo él captaba.
En
unos pocos saltos llegó al sector portuario y quiso congregar
a las pocas almas que por allí arrastraban sus pies. “Venid
a ver el renacer de la Naturaleza !!” exclamaba. “Vamos a
salvarnos, nos salvaremos!”
Salió
del lugar y un aire renovado le llegó desde el puerto.
Caminó una vez mas con su inmensa alegría, con sus ojos
como los ojos del Profeta Daniel en el Pórtico de la Gloria.
Justo al llegar al espigón, vio un cardumen de peces
saltando todos juntos en el aire . Respiró. Dio un salto y
cayó de pié en una barcaza llena de gente, que nadie
guiaba. Se ajustó la boina, fue a la cabina, y calzó sus
guantes de timonel.
Comentarios
Así es como deseo interpretar yo este breve e intenso relato de lectura compleja.
Un cordial saludo.
Efectivamente. intenso y denso relato plagado de guiños a una cultura decadente (aquí el "Apocalipsis", sí, pero también "Lo que el Viento se Llevó", "Oliver Twist", realismo italiano de los 50', incluso cierto tufillo a "El Planeta de los Simios"... Pura hecatombe de una cultura víctima de su propia podredumbre.
Pero hay también lugar para el consuelo, para un atisbo a la esperanza, en esto, el guiño es al "Also Sprach Zarathustra", el hombre a superar --el hombre como puente, ya cruzado--, el niño como Superhombre en ciernes, ditirambo que comparte y contagia al "Elegido" (más guiños: el timonel, un nuevo Moisés o un Caronte que guiará la "Nave de los Locos" que Beatriz, trasunto de El Bosco, nos pinta tan ajustada y admirablemente bien). Más guiños en el ámbito derruido de las catedrales (la fe perdida u olvidada), sustituidos los vitrales por bóvedas atestadas de infame turba de nocturnas aves (guiño, en este caso, a Góngora y al Ángel Caído).
Hay en esas barcazas atestadas, en esos puertos desvencijados, el perfume de la derrota y de la búsqueda desesperada, un perfume que hoy día nos llega a Europa procedente de África, y que nuestra amiga traslada tan bien a ese tiempo intemporal, que puede ser futuro imperfecto de un subjuntivo hipotético.
Hay, así mismo, en el encuentro del Niño con el Elegido, otro guiño al arte, a la música, que es tan intemporal como sobre espacial, y que es vehículo de promesa, de alegría, otra vez, de esperanza.
Al final, el timonel, el Elegido, ese Superhombre saltará a la barcaza para pilotarla hacia una nueva era...
Felicidades, Beatriz, por esta magnífica narración que es dardo lanzado a la frente de una sinrazón contemporánea que como una epidemia azota esta vieja Europa, aparentemente anquilosada, que tan trabajosamente se desplaza hacia... un estado que esperemos no sea el que aquí nos pintas, Beatriz.
Abrazos a todos.