OPCIÓN POSTERIOR
Alicia había sido lo suficientemente inteligente como para acabar con lo poco que restaba de su vida sin que nadie lo sospechara. De modo que, apenas pasadas unas fechas de su sepelio, tras cerciorarse de su propia defunción, y observando que no había nadie esperando su llegada en sitio alguno, se lanzó como tenía previsto, refugiarse en casa de una de sus últimas anfitrionas, segura que podría gozar a voluntad de aquellos recintos y jardines que siempre le habían confortado.
Lo
cierto que – si bien llegó al lugar que se proponía – se vio
inmersa en una nutrida concurrencia que allí mismo se habían
dado cita mucho antes que ella. No solo estaban ocupados los
sillones, sino también las sillas , las zonas altas del mobiliario
y hasta las inmóviles arañas que pendían de los cielorrasos.
Intentó tomar un registro de los fantasmas que disfrutaban a
todas horas del lugar, pero fue imposible. Cuando creía tener una
cifra resuelta, aparecían mas y mas fantasmas como si de una
asamblea se tratara.
Como
aquella era una casa esencialmente ocupada por el género
femenino, las abuelas, bisabuelas y tátaras junto a algunas de sus
primas y hasta cuñadas, se entretenían dichosas en aquellos
ámbitos cuajados de luz a todas horas. Pero también surgían de
sus rincones una pléyade de poetas y artistas de siglos pasados,
que continuaban allí mismo con sus antiguas devociones y
pláticas, cuando el legítimo esposo de la anfitriona se iba
a dar sus paseos por las selvas africanas, siguiendo a algunos
cazadores de valía.
Lo
verdaderamente irreal sucedía en las horas de la mañana cuando
la señora despertaba. Arrojaba de si las sábanas de la cama, y
enderezaba el esqueleto para ponerse en pié. De inmediato las
invisibles parientas la rodeaban con alegría, la ungían
casi con sus resueltos ademanes e incluso, hacían participar
de aquella algarabía a todos los gatos que por aquella
casa habían pasado, los cuales no eran pocos. Y no solo estaban
los gatos, también una cebra, un gran kudú, un orix, algunas
gacelas, un galante avestruz, y un bebé jirafa que apareció
después de Alicia y que trotaba feliz por los jardines y los
ámbitos de la casa, e incluso se rascaba sus incipientes cuernos
contra la araña de bronce del living, lo que hacía desopilar a
las fantasmas de la familia.
De
modo que Alicia se vio rebasada en todos los espacios por
unas parientas que abrazaban tiernamente a los gatos
fantasmales, mientras seguían a la dueña de la casa hasta el
cuarto de baño.
Oh!
Aquello era mas que un desfile interminable de fantasmas ; una
verdadera corte de seres jubilosos y transparentes , pasando y
repasando ante los espejos, infiltrados por la idea de admirar su
actual condición . Indiferentes , los espejos se limitaban a
cumplir su oficio arriba del lavatorio de porcelana. Algunas se
entretenían en seguir los iridiscentes revestimientos de las
paredes y otras mas audaces, se colgaban de los dorados
brazos del artefacto de iluminación. Todos en algún momento,
se abrazaban y bailaban unas danzas propiamente celestiales.
El
otro punto radiante de la mañana era el despertar de la
primogénita. Era una joven que sabía en todo momento aquello
que deseaba y cómo obtenerlo. No siempre era fácil. Había que
desplegar tácticas sutiles entre demanda y sugerencia para que
al final – siempre al final – su madre se aviniera a oblar
sus peticiones.
En
aquellas instancias las figuras fantasmales de la casa se
situaban cual cumpliendo un ritual, junto a la joven cuando
ella tomaba la palabra, bien con la madre en su réplica.
Luego
de lo cual, solían pasar a los jardines repitiendo parte de
los diálogos escuchados entre madre e hija creyendo que así
los convertirían en materia de la memoria.
Eran
diálogos elocuentes. Repasando sus propias vidas, comprendían
cuánta lejanía había enfriado buena parte de sus pasadas vidas.
La gente de su tiempo hablaba muy poco. Los efectos de las palabras
les causaban pavores y ansiedades sofocantes. Resultaba tan
difícil expresarlas como si en vez de que las palabras
nacieran por impulsos de la propia mente, hubieran debido
lograrlas a fuerza de escoplo y martillo para plasmarlas en su
verdadera dimensión.
Había
sido todo tan difícil. La gente antaño hasta podía demolerse
mediante las palabras como si de edificios ruinosos se tratara.
Ocurría que luego de alguna larga plática, los hijos
abandonaban el hogar paterno y se iban al Mundo. Era
propiamente morir en vida, porque aquellos hijos nunca mas
regresaban.
Alicia
no formaba parte de la troupe fantasmal. En algunos momentos
les seguía solo por matar el tiempo, porque aún creía que
el Tiempo regía los espacios de los que habían abandonado la
apariencia terrestre. Lo cierto es que los coros de fantasmas de
la casa ignoraban su presencia.
Decepcionada,
pugnaba por hacerse notar. Quería mover objetos delante de la
anfitriona cuando estaba dedicada a la lectura recogida en un
silencio placentero. Era imposible. Alguna de las parientas se
lo impedía. Buscó procurarle una caída, y el coro al
completo sostuvo a la señora de un modo tan increíble, que
trastabillando tomó consciencia que se había salvado de caer por
un verdadero milagro.
Fue
cuando la señora articuló la palabra “milagro” que Alicia
tomó verdadera consciencia del Destino que hacía pocos días
había truncado para siempre. Ella se había concedido a si misma
el último lujo: la opción posterior a la Vida. En eso estaba
cuando alguien detrás suyo dijo:
“ Para
siempre no “ . Se dio vuelta y se encontró de frente con un
Poeta que había conocido en su propia juventud.
El
hombre se ajustaba una corbata que no tenía y repasaba
unos cabellos imaginarios
.Hombre,
tantos años – dijo Alicia desanimada. No supo bien cómo,
comenzó a mirar unas imágenes propias de un film hasta que
comprendió que ella era la protagonista. A los pocos minutos
pensó:”Lo tienen todo filmado”.
Su
vida con todos sus detalles allí estaba. Sus errores ocupaban
planos diversos. Como si le hubiesen grabado con 50 cámaras a
la vez. Le aterró el tiempo. El Tiempo eran tan denso, tan
terriblemente denso como un enorme queso por el que se podía
caminar, correr, competir de uno a otro agujero con falsas
sombras.
El
Poeta que seguía a su lado tomó un trozo del Tiempo y se lo
tragó.
Alicia
no lo volvió a ver.
Apareció
su propio hijo, muerto en un accidente en Mallorca. Estaba
felizmente recuperado. No corrió a abrazarla. La miró con
frialdad. Luego de un penoso día le dijo:
“Nunca
debiste abandonarme a los 14 años. Eso malogró mi vida, Mamá.”
“Pero
si yo siempre te envié dinero, siempre pagué tus estudios,
siempre cumplí tus caprichos!”
El
hijo de Alicia desapareció y ella se filtró por el resquicio
de una ventana y se dejó llevar por la ventisca quien sabe a
dónde.-
Comentarios
Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? ¿Un relato de ficción? ¿Una fantasía enhebrada a la realidad, en una ensoñación vespertina -siesta de toda la vida? ¿Una filigrana, un rizo, a contrapelo de la lisura cotidiana? No sabría decirlo a ciencia cierta, pero, para mí, que algo hay de todo ello.
Los propios fantasmas, sacados al recreo, eso creo yo que ha hecho posible este encantador relato, donde se nos cuelan personajes reales en la ficción (¿es ficción, en realidad?), como el homenaje a la reciente Marius, ignominia danesa (¿un afán por rescatarla del olvido y la crueldad para entregarla a más amable vida perpetua, no más sea como parte de un zoológico ectoplásmico e imaginario?).
Una delicia, Beatriz, este relato (de entre los más felices que hayan salido de tu magín).
Un canto a la realidad subyacente, la formada por sentimientos que quedan ocultos, que nunca verán la luz, si no es como ficciones (como esta que tan bellamente has escrito, amiga mía).
La sonrisa se medio congela al final del relato, pero no más como una concesión a la realidad; como si se hubiera buscado una intencionalidad precisa para "salvar" a la narración de un buenismo que pudiera resultar demasiado irreal (¿no es así, autora?). Y aportando este toque de crudeza, el paraíso fantasmal que forman las almas inmigrantes (y migradas), tan gentilmente acogidas entre las paredes de ese otro paraíso terrenal (¿y real?), resulta más coherente. También más perturbador.
Alicia, esa Alicia que remite a la de Carrol, cuyo espejo es, en el presente caso, frontera entre la realidad y la fantasía, entre la vida y la muerte, es arrojada -por su propia conciencia, que ejerce de arcangélica némesis- fuera del paraíso por una cuenta pendiente con su pasado. No merece pertenecer a ese pequeño reino arcádico de fantasmas donde éstos (como en Los Otros de Amenábar) "viven" su sinvivir junto a, y mezclados con, las vivas que habitan un tal edén.
¿La moraleja? Somos, al final, el producto, la suma, la resta y la división de nuestros errores y aciertos en esta vida. Cada cual se mire a su propio espejo.
Maravilloso, Beatriz. Y tan bien escrito que se disfruta como un delicioso entremés.
Mi más sincera enhorabuena.
Un abrazo a todos.