EL ZACARÍAS

“Parco en palabras y actitud notoriamente distante, en su discurso abundan los monosílabos y las muecas cargadas de ironía, cuando no de disgusto; no obstante, en la tabla redonda siempre se busca su reacción a las cuestiones planteadas en las interminables discusiones, sus leves gestos hieráticos (sus taxativos "¡hum!" o "¡ahá!", o sus expresivos "¡Vaya!"), acaban por encauzar la opinión predominante en lo que será casi un dogma de fe. A uno le gustaría poder penetrar en su mente para saber lo que piensa, lo que imagina, cómo siente, para descubrir quién es en realidad...”

 De Dragones (5) FAFNIR, de Rodrigo Martin . Blog Consentido Propio / 18 /05 / 2011 

 Caramba ! Este es el vivo retrato del Zacarías ! Quenpazdescanse! Respetable fotógrafo de un diario local. Barítono aficionado a cantar la Internacional socialista en cuanto mitin se convocara. Así tal cual era el Zacarías: Hum , ahá , Vaya! 

 Y a la vuelta de los años, desvanecido hasta las cenizas, nos enteramos que su materia gris funcionaba las exactas horas que permanecía revelando fotos; cumplido el horario, procedía a fichar la hora de salida, y su cerebro clausuraba toda palabra en tránsito , embalada o al desnudo.

 No había más. Ni tan siquiera garabateaba papeles en blanco.Le era fiel al catre el resto del día ,que se le escabullía en leer las historietas de Superman o alguna de las páginas de Jean Paul Sartre y de ahí, ni las pulgas le molestaban.

 La pena que el pobre Zacarías cayó en la tentación de dejarse seducir por una poetisa bellísima, crazy y poderosa de familia . Eran actuarios y millardarios, itálicos de rancia estirpe ,que mostraban sobre los mármoles de la chimenea principal, la foto autografiada del Príncipe Antonio De Curtis.

 Lo intentaron todo contra él : ofrecerle dinero, propiedades, nombrarlo fotógrafo de investigaciones de un tribunal penal ,con tal que abandonara para siempre los brazos de la divinal dama .El incorruptible Zacarías no aceptó ni las servilletas de papel . Se limpiaba los bigotes con la manga del saco. Los poderosos no lograron corromperlo . 

 Visto lo cual, el parsimonioso padre, procedió a tramitar por su propia cuenta y riesgo, a tenor de la circunstancias, un matrimonio express, inscripto en una de esas repúblicas hechas a medida para estas ocasiones , y permitió que el Zacarías pasara a dormir en la alcoba de la ardiente doncella .

 No era un padre feliz de los que llevan orgullosos sus hijas al altar, entre la solemnidad de las marchas nupciales y las guirnaldas de flores , pero visto y considerado, de este modo se estaba ahorrando una pequeña valija de los verdes ,que había destinado para la boda de su heredera.

 Pobre Zaca! Por cuantos tormentos debió pasar . El peor de todos, tener que sacar la bolsa de residuos a la vereda, cada noche ! Ladrado por los perros callejeros quien sabe por qué extraño avatar . Entre nosotros - confidencia por confidencia - ni se daba cuenta de cuanta ventura le rodeaba , hasta que, cierta noche en medio de una fragorosa lucha cuerpo a cuerpo, su mujer, armada de un pesado cenicero de cristal tallado, le propinaba golpe tras golpe con la sola intención de poder ver su gris materia yacente ahí , debajo del duro cráneo . Oh, curiosidades urgentes de las damas !

 Se salvó gracias al arribo inesperado de una semi- difusa – confusa señorita de compañías y afines, que llegó cuando ya el Zacarías sangraba a borbotones y sin restos de fuerza para protestar por la salvaje agresión. Y lo peor, sin poder tomar sus propias fotos.

 Los camilleros se lo llevaron media hora después. Eran los buenos tiempos en que las ambulancias oficiales tardaban 30 escasos minutos en arribar al lugar de los hechos, como consta en autos a fojas 3, del libro de guardia de aquél año.

 Tan solo 15 puntadas le dieron al pobre Zaca ,previamente afeitarle el cabelludo cuero. ¿ La verdad ? Con la cabeza rapada y recientemente cosida, quedó aún mas sexy y los celos de la susodicha agresora se incrementaron. Comprobado lo cual , el Psiquiatra que actuaba de oficio en nombre del Estado , tuvo a bien imponerle llevar brazos y manos bien sujetos en el interior del chaleco de fuerza, no sea que la dama se volviera reincidente. - Beatriz Basenji.