LA SIRENITA


Nací en una familia de trashumantes, que iban por las ferias vendiendo cacharros diversos que ellos mismos decoraban. La misma noche que parió mi madre, la burra mas joven parió su criatura y todos se levantaron a bailar alborozados.
Al menos iban a poder beber la leche de la burra, siempre y cuando pudieran deshacerse del pequeño pollino. Miraron los caseríos y el mejor que les pareció, allí fueron a mendigar unas pajas para la burra y si tenían vaca, una poca de leche que me darían a beber .
Aún no he mencionado que nací con las piernas cubiertas de una piel serpentina y platinada, con brillos fugaces de Luna, que a todos pareció una marca de aguas dejada por el capricho de alguna deidad de los Océanos que con el tiempo se me iba a caer , como la piel de los reptiles. Pero tal cosa nunca sucedió.
Crecí y la piel platinada fué creciendo conmigo y a lo mas que llegué fué a moverme reptando por el carromato de mi familia.
Tuve buenos y extraños augurios. Mi Abuela dijo que sería como la Reina de Corazones. Mi Bisabuela predijo que sería abandonada junto al mar, y que alguien poderoso me tendería sus redes . Y al final, la chozna , valiéndose de un sueño, hizo saber que estaba destinada a robar todas las historias del Mar.
Los tres augurios se cumplieron.
Nada me faltaba junto a mis padres. . Me vestían , me alhajaban y me daban de comer de todos sus manjares . Hasta que, ya crecida lo suficiente, aprestaron la caravana, llegaron junto al mar y con unos rituales muy bonitos y amenizados con violines y cítaras , me dejaron con la consigna que allí mismo sería encontrada por el Hombre de las Redes Plateadas, porque eso anunciaba mi Destino.
Quedé al fin en la desierta playa , amparada en la cueva del acantilado. Solo gaviotas paseaban en mi entorno , y alguna ya vieja y descuidada, dejaba caer un pececito para que yo lo devorara.
Pasó un largo día con su breve noche , y a no ser por mi piel platinada y mis brillos de Luna, hubiera tiritado por los cativos vientos que me empujaban al fondo de la cueva.
En eso estaba, cuando lo ví salir por el Oriente, brillante y bronceado, un hombre solo cubierto con unos faldones de raros lienzos hasta mas abajo de las rodillas .
Al verme saltó de alegría , cual si hubiera recobrado un pariente extraviado de su familia.

Era guapo. Llevaba los cabellos largos y canosos. Tenía los músculos firmes y rotundos bajo la piel casi cobriza. Dos focas retozonas lo seguían .
Vino directamente hacia mí con su compañía y admiró los tirabuzones de mis cabellos magnificados por el salitre marino. Cantó muchas canciones, me dió cangrejos y langostinos por comida , y luego de dormirse una larga siesta , me narró su propia historia.

Nadaba en Damietta, cuando aún las Pirámides del viejo Egipto no habian sido construídas. Grandes hipocampos eran en aquellos tiempos remotos , sus compañeros de aventuras. Les había hecho cabestros y arneses especiales, para pasear con seis de ellos por las mansas aguas del Mediterráneo, que era de por sí un mar cerrado por dos rocas fierísimas : Calpe y Avila.
Ni mar era, ni lago a causa de ambas rocas . Y cuando estaba decidido a separarlas , uno de su familia le envió al alado Mercurio, para advertirle que la tal hazaña estaba destinada al héroe Hércules, todavía no nacido.

La segunda vez que emergió del mar, vino a encontrarse con Homero, al cual fué dictando capítulo a capítulo de La Odisea. Se tomaron los buenos vinos de las viñas de Homero y sus vecinos. Emprendieron muchas travesías , por tierras entonces habitadas por gentes magníficas, que servian sus viandas en cuencos de oro, y libaban néctares extraídos de multitud de flores , en copones regios. Ya Calpe y Avila resistían separadas, celosas cada una en su Continente y Poseidón junto a Homero, las cruzaron cuando iban rumbo a la tierra de los géiseres.

Por un ardid entonces atribuído al Califa de Bagdad hubo de emerger en su tercer periplo. El Califa, hombre de muchas sabidurías , tan pronto contemplaba las estrellas como armaba con paciencias extraordinarias mapas de tierras cercanas y lejanas, y tenía entre ceja y ceja llegar a conocer la terrena geografía, habida cuenta que guardaba bajo muchas llaves, mapas de mundos distantes años luz , devenidas por las celestiales rutas.

Tuvo pues un encuentro con un tal Al- Juarizmi - mano derecha del Califa - cartógrafo, matemático reconocido, hombre sabio cuya fama traspasó todos los siglos. Discutieron si se transportarían mediante las alfombras mágicas q ue estaban de moda en los zocos de Bagdad , o si bajarían con la nave submarina de Poseidón. Ganó este último, y así Al-Juarizmi vió con sus mortales ojos el lecho de los mares. Conoció el Atolón de Mururoa, los arrecifes de corales, la fosa de las Aleutianas , los altares de Yonaguni al sur de las Islas Ryukyu, las bocas infernales de los volcanes sumergidos, las costas de Brazil , los rituales de amor de las ballenas frente a las costas patagónicas, los iceberg de los mares antárticos, las desembocaduras de los grandes ríos de la bella Geo .Visto lo cual, Al-Juarizmi sucumbió a la tristeza de comprender que nunca podría dar cabal testimonio de cuanto Poseidón le había permitido observar.

Llegado a este punto del relato, miró Poseidón mis plateados muslos, y dijo que era mi apariencia de sirena lo que tranquilizaba sus sentidos. Luego disertó acerca de mi naturaleza profundamente humana y ridículamente animal, por lo que su pena era ahora mayúscula, ya que mi vida no estaba inscripta en los Libros de la Eternidad , como era el caso de los Centauros.
¿ En que categoría podía ser admitida mi presencia en los divinos círculos? se preguntaba con frecuencia.
Se decidió investigar en los registros civiles acerca de mi nacimiento.
Para su sorpresa y desazón, no había acta alguna en ninguna parte, a causa de ser mi prosapia de gentes trashumantes, con nombres extraños y raras escrituras que se habían ido perdiendo siglo tras siglo .
Pasó una larga temporada dando vueltas por las cancillerías de La Haya , investigando . Se puso al día con las invenciones humanas. Abrió un portal en Internet anunciando una Escuela para Sirenas, por si había otras con igual aspecto que el mío.
Entonces él vestía unos trajes de lanilla blanca , cortados por un sastre italiano, y a mí me hacía llevar en una pesada piscina de cristal , con herrajes de bronce tan finamente pulidos, que en todas las Aduanas sospechando que eran de puro oro, debía desembolsar sobornos importantes para que nadie tuviera ocasión de indagar en mis identidades y mucho menos en la procedencia de sus holgados créditos y discreciones financieras.

Al final hubo suerte. Recalamos en una clínica suiza, donde fuí sometida a una cura de sueño que duró casi tanto como la misma Eternidad. Mi despertar fué glorioso. Me han eliminado la ictiosis y ahora me descubro una perfecta adolescente .Camino, salto, bailo, paso largas horas en el gimnasio, tanto, que estoy entrenando con la última generación de patines de titanio. Poseidón en persona ha contratado los servicios de un super abogado inglés, dispuesto a inscribirme como hija de un lord por una cuantiosa suma.Lo cual es una soberana justicia, porque, ¿quien es un lord inglés ? Un caballero. Y como todos saben, la gente de mi familia son también unos caballeros andantes impulsados por la pobreza a recorrer los caminos de este mundo.-

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
¡¡¡Hola !!! Beatriz.
Bonito cuento el de La Sirenita,esta tuvo suerte y anduvo...jajajajaja.
Pero sacas un personaje muy importante en la historia Abu Abdallah Muḥammad ibn Mūsā al-Jwārizmī,este gran matématico del s. IX. Grandes matemáticos ,astrónomos,han aportado la historía la cultura islámica,el mundo árabe.

Gracias por ese cuento,me gustó.
Un abrazo,
R.
Anónimo ha dicho que…
Hola Beatriz. La familia de Andersen, autor del cuento de la Sirenita era muy pobre; y, al parecer, nunca logró encajar en la sociedad adinerada de su época. Como diría Gustave Flaubert a propósito de Madame Bovary, Andersen podría decir que la Sirenita (o ¿El patito feo?) soy yo. Haces una muy buena readaptación a nuestros días, Beatriz. Coincido con Reyes.
Un cuento (con personaje “sacrificado” como la sirenita) y que me impactó cuando lo leí es “El príncipe feliz” de O. Wilde. Para leerlo en invierno o en Navidad. Saludos afectuosos. Ana
Beatriz Basenji ha dicho que…
Ana: Esta Sirenita no está emparentada con los Andersen.En realidad es una gitanita.Tiene que ver con un episodio de la vida real que mi esposo vivió cuando era pequeño.Cordiales saludos.
Anónimo ha dicho que…
¡Hola, Beatriz!
Bueno, bueno, ¿qué tenemos aquí? ¿Una candorosa sirenita o un viaje alucinante por el Mediterráneo inconsciente a golpe de aletas cíngaras con tritones a las palmas y nereidas con pandereta? ¿Un cuento con cabeza y pies -antes cola caudal- de moraleja, o una excursión a través del creativo subconsciente "basenjiano" abducido por el canto de sirena de la igualdad racial? ¿Un diserto imaginario disfrazado de oropeles mitológicos o un alegato antirracista y transcultural? ¿Un ingenioso e inofensivo ejercicio de taraceada ingenuidad o un visionario y engañosamente alucinado pretexto para la soflama anti-segregacionista?

De cualquier forma posible -de las apuntadas o de las que quedan en el tintero de la posibilidad- no se puede negar, Beatriz, tu ingenio y feliz vocación de constructora de babeles diagonales: si algo te define es la "transversalidad". Con qué facilidad nadas tanto en aguas dulces como saladas, tan pronto por un proceloso mar como en las puras y cantarinas aguas de un manantial de montaña; y todo junto y trenzado como en un fabuloso tapiz. Pura encantamiento de imágenes por la palabra. El que no sepa ver esto, se estará privando de lo mejor, de la esencia, del ámbar que corre por las venas del relato.

Gracias, Beatriz, por estos regalitos envueltos en papeles de colores... (Yo no tiro nunca el papel que envuelve los regalos; pero tampoco los regalos mismos, deslumbrado por su envoltorio).

Saludos a las plateas del proscenio.
Beatriz Basenji ha dicho que…
Rodrigo: Todas válidas tus indagaciones.Todas ciertas.O como diría El Fulanito: Chi lo sá ?!
Cordiales saludos.

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